Planes de fin de semana: Toledo en dos días.

El invierno se presenta siempre cargadito de trabajo, por ello me gusta escaparme el puente de diciembre dos noches fuera de casa. El pasado año nos fuimos a la ciudad eterna, aquí puedes ver mi fin de semana en Roma, que lo disfrutamos a tope. Pero este año David quería quedarse en la península, en un destino asequible en coche, y no nos lo pesamos mucho: Toledo fue el destino elegido, que por cierto yo no lo conocía.




Podéis imaginar que me encegué buscando información para disfrutar al máximo mis dos noches fuera de casa. Y, salvo un pequeño percance con el alojamiento elegido, el resto salió fetén.

PRIMER OBJETIVO: BÚSQUEDA DE ALOJAMIENTO.

Os seré sincera: Toledo no es una ciudad barata. Ni para comer ni para pernoctar. Yo, que en julio ya tenía hecha mi reserva, había elegido un apartamento en pleno casco antiguo. Pero llegó el momento de pagar, a quince días vista de nuestra fecha de llegada, y un pequeño problema con la tarjeta de crédito y, como el trabajo no me daba un respiro y ya vi el aviso tarde, y en 48 horas mi reserva era anulada. Contesté dentro de plazo, pero me lo anularon. Cuando quise ponerme en contacto con el dueño, el local ya no estaba disponible, ¿perdona? ¿en menos de 12 horas? ¡Os podéis imaginar! Entré en pánico, me vi a dos semanas de mi marcha sin donde dormir, con los precios por las nubes (los puentes no deben ser nunca reservados con una antelación inferior a dos meses, nunca me cansaré de repetirlo), y me volví loca buscando donde dormir a un precio decente.

No voy a nombrar al primer alojamiento porque me enciendo cada vez que me acuerdo, pero sí os diré que tuve una suerte tremenda: encontré habitación en el Hotel María Cristina, fuera de las murallas pero a 15 minutos andando del centro. Compra inmediata para evitarme problemas, y la experiencia fue genial (y no tuve problema alguno con la tarjeta de crédito).

El hotel es un tres estrellas recién reformado, con un estilo castellano precioso y un interior acogedor. Las habitaciones correctas, confortables y el servicio amabilísimo. El desayuno no entraba en el precio, pero por 7 € por persona, disfrutabas de un desayuno más que correcto, servido en lo que sería antaño la terraza de la entrada, que ha sido cerrada y acondicionada, consiguiendo un ambiente de terraza de verano muy acogedor.

El hotel se halla enfrente de los juzgados, está rodeado de zona azul pero dispone de parking cubierto a un precio genial. No nos lo pensamos y dejamos el coche a buen recaudo todo el fin de semana.

Y ahora sí, os cuento cómo aproveché al máximo mi estancia.


DÍA 1, LLEGADA Y ACOMODACIÓN.

Salimos de Valencia a las 07´30, y a las 11 hacíamos el cheking en el hotel. Salimos a almorzar a un bar próximo al hotel (11 €, dos bocadillos, bebidas y café), y nos encaminamos al centro a descubrir la ciudad.

Al llegar a la provincia ya nos había invadido una espesa niebla, lo que ralentizó la entrada en la ciudad y nos privó del skyline y de los paisajes adyacentes. Así que cuando salimos de almorzar, la entrada al casco antiguo a través de la Puerta Bisagra, fue casi como sacada de una película de misterio.



Recorrimos la arteria principal hasta llegar a la catedral. Dimos una vuelta y buscamos donde comer antes de echarnos una siestecita, pues la tarde estaba programada. Paramos en un bar bastante cuqui a la entrada de la ciudad, con los menús a 12€. Lleno de gente, con un servicio más que borde y unas camareras chabacanas, pintadas como puertas, que parecían querer pegarte un guantazo cada vez que pedías algo. No os confundáis, nos reímos mucho allí. La comida regulera, pero lo bonito que era el local y lo surrealista de la situación hizo que pasáramos un buen rato.

Vuelta al hotel y siesta impepinable.

A las 18´30 teníamos contratada a través de Civitatis una excursión a pie por el legado Templario de Toledo. Hacía un frío tremendo, pero lo disfrutamos mucho. La guía, que por cierto se llamaba Mabel como yo, consiguió crear un halo de misterio a través de sus historias y nos iluminó en las raíces del Temple y su huella en Toledo. La recomiendo al 100%. Por 12€ por persona, el paseo dura dos horas y te invitan a un picoteo, de embutido de ciervo y queso curado, previo a la excursión. Por cierto delicioso y no quedó ni un pico de pan.



Al término del paseo, nos metimos en el Mac a cenar. Siempre es una opción para alguna cena en mis escapadas exprés. Por cierto, llenito hasta los topes.

Tras cenar, David se empeñó en recorrer el casco antiguo a pie. Ni se os ocurra si os da miedo perderos: con el mapa en una mano y el Google Maps en la otra, y era imposible orientarse. Las callejuelas giran sobre sí mismas y me resultó imposible saber si giraba hacia la izquierda o la derecha en algunos puntos. Eso sí, acabamos en unas escaleras mecánicas que bajaban al menos tres alturas hasta la Puerta Bisagra, lo que nos dio una idea del nivel al que está construida la ciudad, aunque al patearla no eres consciente de los cambios de nivel, a pesar de la cantidad de cuestas que vas salvando.


DÍA 2, DESCUBRIENDO LA CIUDAD DE DÍA.

Nos levantamos y desayunamos en la agrababilísima terraza del hotel. El día salió soleado y despejado y pintaba bien la mañana.

Nos encaminamos hacia la plaza Zocodover. Compramos las entradas conjuntas para la exposición de brujería y para la de los Templarios. Visitamos ambas, a mi me gustaron las dos pero más la segunda, ya que íbamos aleccionados por la excursión del día anterior y comprendimos mucho mejor lo que allí se mostraba.



De allí nos encaminamos hacía las Cuevas de Hércules. No son otra cosa que unos aljibes de la época romana, de entrada gratuita y no demasiado grandes, pero ineludibles para comprender mejor el asentamiento de la antigua urbe.

Después fuimos a las Termas Romanas. Sin demasiado interés, ya que no muestran apenas un par de salas diminutas. Pero son de entrada libre y no costaba nada verlas.



Buscamos donde comer, y aquí sí que salimos más que satisfechos. En plena calle Hombre de Palo, junto a la catedral, está el bar La Tarasca . Bonito, limpio, céntrico, asequible, con buena comida y un servicio estupendo. Los menús a 14€ y 15€, dependiendo del surtido de segudos platos. Comida correcta, rica y abundante. Lo recomiendo total.



De allí nos fuimos a dar una vuelta por la judería...



 ...descubriendo rincones e intentando entrar en la Casa del Greco, que no pudimos visitar porque resultó que los sábados festivos cierra a las 15´00. Y recordemos que era el día de la Inmaculada. Una vez allí, decidimos bordear la urbe, comenzando por el Monasterio de San Juan de los Reyes, que también se hallaba cerrado pero que su fachada no tiene desperdicio, amén de unas preciosas vistas sobre el Tajo.



Tras el pateo, considerable y algo criminal para los pies ya que toda la urbe está pavimentada de piedra, nos retiramos a descansar un poco antes de la cena.



Al caer la noche, emprendimos el camino hacia el centro. Al tratarse de un puente festivo, Toledo estaba hasta los topes. Gente por todas partes, luces navideñas por doquier y un bullicio delicioso componían un escenario extraordinario. El ambiente navideño era maravilloso.

Nos encaminamos hacia el restaurante donde había hecho reserva para cenar. A través de El Tenedor, yo tenía mesa en uno de los pocos lugares de la ciudad que ofrecía mesa para cenar ese sábado a través de la aplicación. No os diré que la experiencia fuese mala, pero no nos ahorramos un euro y al precio que costó la cena, no hubiese sido necesario reservar. Eso sí, el cuchifrito que se zampó mi marido y mi solomillo relleno en salsa de azafrán, estaban para hacerles un monumento.

Cenamos en Casa Aurelio . El local ha conocido tiempos mejores, ya que parecía que se iba a desplomar el techo sobre nuestras cabezas. Viejísimo y con muchas carencias, la carta escueta y bastante subida de precio para lo que aparentaba el local, pero la cocina mantuvo el tipo. Lo mejor: el camarero cansino, que primero fue un poco tosco, pero después casi se vuelve a casa con nosotros.

De vuelta al hotel, escuchábamos una familia, con muy buena apariencia, renegando todo el camino de la clavada que les habían pegado cenando. Entre risas, nos imaginamos la situación, ya que nosotros al menos íbamos sobre aviso de los precios.

Pero que no cunda el pánico: hay ofertas de bocadillos y bebida por toda la ciudad. Y siempre nos queda el McDonalds.


DÍA 3, EXPRIMIENDO EL MOMENTO.

Tras desayunar por último día en el hotel, subimos a la habitación a hacer las maletas y después el checkin. Bajamos al parking a por el coche y lo aparcamos en la calle, Recordemos que los domingos no hay zona azul.

Bajamos al centro por última vez, dispuestos a exprimir al máximo el día. Empezamos por visitar El Alcázar, que los domingos tiene la entrada gratuita. Este impresionante edificio, muy restaurado pero que conserva partes en estado primitivo, alberga el Museo del Ejército. Aquí podrías estar un día entero y no verlo todo. Nosotros dedicamos unas dos horas. Imperdible.



De allí, paramos en la Plaza Zocodover a tomar un refresco en un bar, (un par de cañas 5´60€, eso sí nos pusieron unas papas para acompañar), para reponer fuerzas y descansar los castigados pies. Nunca pensé que el pavimento de piedra resultaba tan pesado de recorrer. Y mira que somos de patear.



Hicimos tiempo y nos metimos en el Mac a comer, porque era la opción más rápida, cómoda y barata. Llenito de familias y gente joven, costaba hacerse con una mesa. Relax y reponer fuerzas antes de la última visita.



Y por fin, la Catedral Primada. El edificio comenzó a construirse en 1227, sobre los cimientos de una antigua catedral visigoda. De estilo gótico, cuenta con numerosas vidrieras que le otorgan una luz preciosa al atardecer.



La entrada cuesta unos 5€, pero los domingos por la tarde la entrada es gratis, y así lo habíamos organizado. El edificio es inmenso, tanto que parece "encajado" en una ciudad proporcionalmente mucho más pequeña. Cuenta además con una colección de pintura religiosa bastante nutrida. La verdad es que nos encantó.




Una vez concluida la visita, a la que dedicamos unas dos horas, emprendimos el camino de vuelta.

Y hasta aquí mi fin de semana por tierras castellanas. Toledo bien vale un fin de semana.

Mabel.

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